Mis padres nunca me dejaron probar los caramelos. Dicen que son peligrosos. Que me pasaría algo malo si entraba en ese mundo. Yo siempre he ido un poco contracorriente.
Aunque durante la época en que vivía con ellos les hacía caso, ahora ya no están. A pesar de que no les enorgullezca, si no salgo al mundo exterior y lo exploro, nunca sabré vivir por mí mismo.
Fui a la tienda que me recomendaron mis amigos y compré una bolsa surtida RGB para niños. Quiero probar cosas nuevas, pero paso a paso. Había de tres colores: verde, rojo y azul. Había un papel con las instrucciones para cada color.
El verde de manzana te teletransportaba donde tú pensaras, el rojo de cereza detenía una acción y el azul de piña te permitía leer el pensamiento. Primero probé uno verde.
Aparecí en una selva. Empecé a andar hasta llegar a una zona que parecía habitada. Había telas en posición de tienda de campaña y una hoguera que soltaba su último aliento.
Poco después de mí, llegaron los dueños del lugar. No hablaban mi idioma y no les entendía. Entonces me acordé de los caramelos azules, que quizá me ayudarían con mi problema, aunque no se especificara en las instrucciones. Acerté y fue buena elección, pues me tenían por un intruso y me iban a disparar un dardo con veneno.
Por acto reflejo, metí la mano en la bolsa de caramelos y solo pensando en que no quería que eso pasara y que me quería ir de allí, probé el caramelo rojo deseando que fuera uno verde. No era exactamente lo que quería, pero me servía para ganar tiempo.
Tenía la boca llena y no tenía tiempo que perder, ni un segundo. Asi que eché a correr y escupí los caramelos para hacer sitio a los nuevos. Están muy buenos, pero necesito caramelos nuevos para que hagan efecto. Nada más encontré un escondite, me puse a buscar el caramelo en el mayor silencio que fui capaz de conseguir. Me lo metí en la boca y volví a casa.
De todo esto puedo sacar varias cosas en claro. Hay que ir con cuidado con lo que deseamos y elegimos. Además, no todo es blanco o negro. Depende de cómo se use. Los caramelos me metieron en problemas, pero también me salvaron la vida. Y pensar que esto se lo comen los niños…
Aprovecho para hacer un paréntesis y avisar que Luis A.D. Mirado ha hecho una entrevista con Daniel Núñez, teniente del club literario Atreyu, y me gustaría que le echárais un ojo porque este autor tiene buena mano a la hora de escribir: ENTREVISTA.
[…] y parecía estar caducado. Estaba espeso y pegajoso como si alguien hubiera derretido un puñado de caramelos masticables y los hubiera vertido dentro en un intento original de broma […]