Llevo ocho años en prisión por un crimen que no cometí. Lo normal sería que quisiera vengarme cuando saliera dentro de dos años, pero no vale la pena. Demasiados años tengo ya desperdiciados aquí dentro como para perderlos buscando venganza.
Desde hace una semana, una paloma se posa sobre la ventana de mi celda. La veo desde la esquina opuesta. Al estar alta para que no escapemos a través de ella, no puedo verlo si me pongo debajo de ella.
Si estuviera entrenada, le daría una carta que la ataría a su pata y se la enviaría a mi hija. Sé que le hará mucha ilusión. Lleva casi toda su vida esperando a que vuelva a casa. Si yo fuera esa paloma, iría a visitarla a diario. Aunque ella no supiera que soy yo, disfrutaría de su compañía.
Aprovecharía para viajar y buscarme un buen hobby. Creo que ese será mi plan cuando salga. En ocasiones, me gusta pensar en cómo sería si fuera algo diferente, como un cangrejo. Tampoco es que tenga nada mejor que hacer aquí dentro encerrada.