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El otro día me fui a una feria del comercio. Me invitó mi mejor amigo. Se acababa de mudar después de 10 años viviendo a 100km de aquí. Yo solo lo veía de higos a brevas, pero internet nos permitía mantener el contacto casi a diario.

Había un tenderete de fotografía con un señor que prometía que su cámara último modelo sería capaz de hacer todos tus deseos realidad. Tenía buena pinta y me parecía una buena oportunidad para mejorar la calidad de mi trabajo. Soy fotógrafo. Así que la compré junto al objetivo que el vendedor me recomendó.

Después de todo el día disfrutando de la feria y de ponernos las botas con las muestras de comida, nos fuimos a casa. Mañana será otro día. Y quise enmarcarlo haciendo una buena foto del amanecer.

Deseaba que me saliera una foto estupenda que pudiera usar en mi portfolio. Tal como quería, me salió la mejor foto que hice en mi vida. Estaba tan centrado en mi nueva cámara y tan emocionado con los resultados que, sinceramente, se me había olvidado que no estaba solo y mi amigo se empezaba a mosquear.

Discutimos con ganas al final del día y dije las peores palabras que podía decir. Unas de las que luego me arrepentiría toda la vida. Deseé que ojalá no estuviera allí ahora. Tenía la cámara en la mano y, no sé cómo, vi el flash encenderse junto al sonido de la cámara al hacer una foto.

Por reflejo miré hacia la cámara y cuando levanté la vista, mi amigo ya no estaba enfrente mío. Supuse que se fue corriendo enfadado. Como me había quedado solo y tenía curiosidad, miré a qué sacó foto la cámara. Me quedé pálido y recordé lo que dijo el señor del tenderete: «Sería capaz de hacer todos tus deseos realidad». En la fotografía estaba mi amigo.

Laura. La Bichateca

Redactora y creadora de la bichateca.es // Soy fan de la fantasía y la ciencia ficción. También me pierde una buena historia con suspense y/o vísceras. Veterana de las aventuras gráficas y las plataformas, pero una cagá para los juegos de terror.

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