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Me quedé mirando fijamente a la vela. Vi que la llama tenía movimientos extraños. Casi parecía que estuviera bailando. Me quedé embelesado mirándola y, cuando quise darme cuenta, la llama estaba fuera de la vela. Había bajado cera abajo y estaba caminando sobre la mesa. No daba crédito a mis ojos.

Empezó a tener unos movimientos erráticos, pero calculados. Estaba escribiendo. Dejaba huella donde quería. Primero escribió una ese. Se lo tomaba con calma. Quería que disfrutara del espectáculo.

Me fui a por un té. Necesitaba entrar en calor en esa noche fría para estar en sintonía con la situación. Cuando volví, la llama había escrito «SÍGUEME». Yo le hice caso. Tenía curiosidad. Espero no morir como el gato. Me llevó hasta el cobertizo de la casa.

Se quedó parada enfrente de una pared y empezó de nuevo a escribir. Esta vez escribió «TÚMBALA». Tiré la pared abajo a martillazos. Debía ser un sueño. Daba igual si tiraba la casa abajo. Encontré un saco lleno de figuras de madera que pensaba que había perdido de pequeño.

Sentía que la llama se acercaba a mi pie y me abrazaba el dedo pulgar del pie izquierdo. También sentía que una de las figuras me sonreía. No sé si era el té, la llama o la sonrisa de la figura, pero sentía calidez en mi interior. Me quedé ahí parado, sentado en el suelo, admirando el hallazgo, sintiendo cómo mi cuerpo desfallecía, arropado por el calor del incendio.

Laura. La Bichateca

Redactora y creadora de la bichateca.es // Soy fan de la fantasía y la ciencia ficción. También me pierde una buena historia con suspense y/o vísceras. Veterana de las aventuras gráficas y las plataformas, pero una cagá para los juegos de terror.

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