Cuando yo era pequeña y no existía el internet, nuestro entretenimiento y fuente de información eran nuestros abuelos. No es como ahora que todo es online y/o a través de una pantallita al alcance de un clic.
He vivido muchos años ya. No puedo evitar que me vengan recuerdos de mi infancia a la cabeza. Recuerdo que los viernes por la noche me quedaba en casa de mis abuelos a dormir y, aunque lo habitual en las familias era contar un cuento popular o una fábula, mi abuela me contaba la historia de las estrellas.
Antes de estar en el firmamento eran personas y la que más me gustaba era la de la Osa Mayor y la Osa Menor. Sé que no os interesará mucho, pero esta anciana necesita daros su herencia y creedme cuando digo que no hay mejor herencia que muchos buenos recuerdos y la cultura. El saber no ocupa lugar.
Calixto pertenecía al cortejo de Artemisa, la diosa de la caza. Tal como su superior, debía permanecer casta. Era joven y tenía muchas ganas de conocer mundo. Conoció a Zeus, el dios del Olimpo, se enamoraron y engendraron a Arcas (sé que Costremal leerá Farcas aquí…).
Cuando Hera, la esposa de Zeus, se enteró de la aventura de su marido, se enfadó tanto que convirtió a Calixto en un oso para que vagara por los bosques sola. Con los años, Arcas creció y se convirtió en un gran cazador, como su madre.
Un día cazando, estuvo a punto de matar a su madre sin saber que era ella. Zeus lo vio y quiso salvarla. Por esto, la agarró de la cola y lo hizo con tanta fuerza que se le alargó y la convirtió en una constelación junto a su hijo para que le hiciera compañía y ambos fueran inmortales. Como Hera no podía dejarlo así, ambos fueron obligados a rodear la estrella polar y nunca descansar bajo el océano.